La globalización de la catástrofe y la catástrofe de la globalización
Son innumerables las aristas a analizar
respecto de la coyuntura que estamos atravesando: sanitaria, social, política,
económica, ambiental, histórica, antropológica, entre otras. Pero antes de ahondar
en cualquier tipo de análisis, creo es fundamental intentar aproximarse a un
diagnóstico lo más sencillo -compleja encomienda- y claro posible de la situación
que nos aflige. Vivimos una brutal pandemia que ha llevado a provocar (y/o
¿revelar?) estados de crisis multicausales y multifocales a lo largo y a lo
ancho del planeta Tierra, que exceden ampliamente el alcance de este humilde
artículo. El escenario es caótico, y vislumbra ser aún peor: miles de personas
infectadas por un virus hasta ahora desconocido, centenares de muertos a
diario, fronteras cerradas, negocios en quiebra, bolsas que se derrumban, la
gente se desespera, los hospitales no dan abasto, los alimentos que por
momentos escasean, las economías nacionales están en ruinas y la incertidumbre,
angustia y miedo se apoderan del sentir de miles de millones de personas, sin
distinción alguna. Solo por el momento, nos vamos a enfocar en la dimensión
geopolítico-económica de la crisis, y luego habrá oportunidades para ahondar en
otros niveles de análisis.
Momento
de redefiniciones. En búsqueda de una nueva hegemonía.
En un mundo en el que la globalización tal como la habíamos conocido se encuentra en jaque hace ya unos
años, como bien vaticinó García Linera bajo aquel polémico título que
desempolvaba a Nietzsche "la globalización ha muerto", los
acontecimientos de diversa índole que han ocurrido durante los últimos años y
hasta el día de hoy parecieran dictar sentencia. Por lo menos desde el fin del segundo
gobierno de Barack Obama, la globalización y el libre mercado se encuentran en seria
disputa, y entraron en clara decadencia tras los triunfos de los nacionalismos
proteccionistas de derecha, tales como fueron y son los fenómenos de Trump, el
Brexit, Bolsonaro, y demás expresiones del estilo en todo el globo. Cabe
aclarar que estos triunfos son la materialización de un hirviente pedido social
de cambio, y no el inicio de los mismos, ya que el sentimiento y la raigambre
de estas nuevas (o no tan nuevas) ideas, se encuentran en las bases, que son
quienes fuerzan a la conducción política a cambiar el rumbo. Vaya encargo, ¿no? Solo
que cabía preguntarse si el cambio de rumbo de por sí era bueno, o si sería más
lógico ir en una dirección que intente alivianar el problema en lugar de
profundizarlo… en fin, otro tema. En este contexto, es paradójico observar que
un imprevisto como este virus de semejante magnitud, sea quien acabe por
imponerse y quien obligase a redefinir los lazos de interdependencia en estos
nuevos y complejos tiempos. ¿Cuáles son y serán las consecuencias de este nuevo
orden de relaciones? Por motivos de honestidad intelectual no me animaría a
hacer un pronóstico con certeza, aún, pero definitivamente varios de los
paradigmas que guiaron al mundo a un terreno de lucha voraz y despiadada en
términos económicos y políticos, deberán ser revisados por imperio popular ante
la fragilidad de las proclamadas potencias hegemónicas, quienes no solo se lo
deben a sus propios pueblos, sino a la humanidad en su conjunto. Un dato casi
anecdótico para el análisis que se pretende, pero interesante para observar, es
que el gobierno de los Estados Unidos pretende comprar al laboratorio alemán
Curevac los derechos de patentamiento de una posible vacuna contra el Covid-19
para ser titular exclusivo de dicho insumo. Esto nos puede evidenciar una sola
cosa: incluso en medio de una pandemia global con un potencial destructivo
inmenso, siempre puede haber lugar para el ventajismo y la especulación por
parte de determinados actores que a su vez son los protagonistas del
problema de fondo que atraviesa el orden mundial. Como dijo un político alemán
y reprodujo Judith Butler en un reciente artículo, capitalism has its
limits, aunque a muchos inventos e intentos de políticos sui
generis parezca no importarles, o deseasen que fuera de otra manera.
¿Acaso Trump cree que el pueblo considera que el mercado debe regular y
distribuir esta vacuna cuando la humanidad en su conjunto la necesita para
sobrevivir? Como se lo preguntan muchos autores y periodistas norteamericanos,
- una vez más - ¿en qué está pensando Trump? Sin dudas creo que son enormes los
reproches que sufrirán todos estos personajes pensando con perspectiva
histórica.
Tal como se fueron dando
los hechos, los habitantes del mundo ya pueden observar de forma palmaria como
la retórica nacionalista reaccionaria, que viene acompañada de xenofobia,
machismo, homofobia, racismo, y demás, pero cuyo principal paladín es el de la
creación de una economía indestructible, fue puesta en jaque y está siendo
brutalmente asediada. En el contexto en que venía el mundo, una crisis se
asomaba, y con el sorpresivo golpe de pandemia, hoy en día las palabras de
Trump, de muchos de sus seguidores y de los neo-neo-liberales (doblemente neo
por la adaptación a esta nueva época) no les alcanzan para explicar la enorme debilidad
del capitalismo en su fase más burda como es la actual -el capitalismo
financiero-, que atenta a sabiendas o no, contra el capitalismo mismo que lleva
en su esencia una matriz productiva. Este sistema se encuentra ya sin duda
alguna en jaque: el derrumbe voraz de las bolsas, la desesperación de los
mercados, la inconmensurable pérdida de “valor/riqueza” (debería llevarnos a
cuestionar ¿realmente existía ese valor y esa riqueza?), las corridas, las
devaluaciones de las monedas, el colapso de los precios, principalmente del
petróleo y commodities, y todo esto sin que ningún exégeta del libre mercado
tenga una mínima idea de cómo el mismo llegó a este punto sin autorregularse,
ni de qué hacer en un caso como este. Sencillamente, es ridículo. Fuera de
escena. Por este motivo es que valoro los meaculpas y los giros de 180 grados
que están tomando varios de los líderes mundiales que ayudaron a que la
situación se dé de esta manera (y no hablo del virus, sino del crack financiero
que se venía esperando desde 2017). Muchos de estos líderes hoy reconocen la necesidad
de la intervención del Estado en momentos de crisis, la importancia de su
presencia en la provisión y regulación de determinados servicios, le piden
aumentar el gasto público y emitir moneda, le demandan una solución a los
problemas que ellos mismos generaron y le ruegan, casi de rodillas, que por
favor no los deje caer. Este tipo de cuestiones son los que habrá que revisar, matrices
discursivas e ideológicas incompletas y con fallas, que “cuando las papas
queman” recurren al enemigo creado en pos de obtener su irremediablemente
necesario auxilio. El reconocimiento a la importancia y del rol del Estado no
puede devenir únicamente de la necesidad de que el mismo te salve cuando te
cansaste de hacer todo mal, en simples palabras. Asimismo, creo que la mayoría
de la población (quizás sin culpa) que hace unos años siente un descontento
generalizado por la política en general, hoy en día pudo notar que de no ser
por ella en gran medida, la situación actual por lo menos en lo que ahora nos
respecta, sería mucho -pero realmente mucho- más catastrófica.
El impacto que tendrá
esta pandemia será similar al de la Gran Depresión o al de la Segunda Guerra
Mundial. Creo firmemente que esta crisis que
venía asomando, y la severa recesión mundial que vendrá después de ella,
debe(ría)n exhortarnos a rediseñar la manera de pensar la economía que cada vez
fue dando más incentivos al mercado financiero y cada vez menos al sistema
productivo. Esa ecuación se debe revertir completamente, y no solo para salvar
las economías actuales, sino por la supervivencia misma del capitalismo, que
contribuye en los incentivos para producir pero debe ser apuntalarlo en materia
de distribución de riqueza. En el actual contexto mundial, no solo hay y habrá
pérdidas materiales sino me atrevo a decir que una de las grandes quiebras, en
este caso una ideológica, es la del neoliberalismo, o como le digo yo neo-neo-liberalismo.
Su hegemonía que ya estaba en decadencia, ha quedado completamente derrotada
por los acontecimientos actuales. Es momento entonces de que surja, una nueva hegemonía
global, seguramente de manos de nacionalismos, porque en crisis como las del
estilo, el Estado-nación suele acabar relegitimado, pero esta vez intentemos que se trate de un
nacionalismo de inclusión, igualador, más distributivo. Un nacionalismo que
contribuya a alivianar el problema, y no a profundizarlo, que no construya
muros sino que tienda puentes entre los pueblos. Perdido estará el capitalismo
si se continúa creyendo que es más importante salvar a un bonista que a un
productor, si se continúa permitiendo que la concentración económica sea cada
vez más feroz, si se sigue librando al mercado la distribución de la riqueza
que vorazmente hace que los ultra ricos sean cada vez más ricos y que los
pobres sean cada vez más y más pobres. Al fin de cuentas, perdido estará el
mundo tal como lo conocemos si todo eso continúa, porque ya ha habido probadas
muestras en los últimos tiempos, espontáneas y en todo el mundo (Japón, Francia,
Ecuador, Chile, Colombia etc.), de que la tolerancia a la exclusión y a la
desigualdad, está encontrando sus límites. No creo que haya muchas advertencias más.
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