El sesgo inconsciente, los prejucios y los privilegios
Leyendo las noticias hace unos días, me topé con un
artículo publicado en un foro jurídico que sigo que se centra en el concepto -no
tan conocido- de “sesgo inconsciente” (del inglés unconscious/implicit bias). Aunque generalmente no lo notemos, todos
y todas lo llevamos con nosotros, y este se va retroalimentando con el pasar de
los años y con las experiencias que nos toca vivir.
El artículo me pareció una pieza brillante y
autosuficiente, por lo que en lugar de ponerme a escribir sobre el tema, decidí
directamente traducirlo del inglés y publicar la traducción para quien quiera
acceder al mismo en español. Creo que ayuda a que seamos un poco más conscientes
del lugar donde estamos parados como individuos en la sociedad, los prejuicios
ocultos y automáticos que acarreamos con nosotros (y en consecuencia que otras
personas acarrean con respecto a nosotros), y los privilegios que en mayor o
menor medida hemos vivenciado, y de los cuales en muchas oportunidades no
podemos o elegimos no ver.
Antes de invitarlos a leer el artículo, cito a modo de
ejemplo tres pasajes que me parecieron disparadores interesantes:
“(…)
entre quienes lideran las empresas más grandes del Reino Unido, hay más hombres
que se llaman John (17), que mujeres (7).”
“Tenemos
que darnos cuenta y entender que las personas no somos grupos homogéneos –
somos todos diferentes y llevamos con
nosotros un conjunto de aptitudes y habilidades muy diverso. No es justo
limitar las oportunidades y opciones de otros por nuestros prejuicios sobre
ellos.”
“Mucha gente se
resiste a la palabra privilegio. Privilegio no significa que seas rico, que
hayas tenido una vida fácil, o que te dieron todo servido y nunca tuviste que
luchar o trabajar. Privilegio significa que hay algunas cosas en la vida por
las cuales nunca vas a tener que pasar, incluso ni siquiera pensar, por el
simple hecho de ser quien sos”.
***
¿Tenemos
que seguir pensando en nuestro sesgo inconsciente durante el Covid-19?
Traducido al castellano por MCB
Aseia Rafique, Gerenta de Diversidad e Inclusión de la
SRA (entidad que regula la profesión de la abogacía en Gran Bretaña) comparte
algunos pensamientos sobre el “sesgo inconsciente”.
¿Qué es el sesgo inconsciente, qué significa, y por
qué seguimos hablando de él? También conocido como sesgo implícito en Estados
Unidos, este término se utiliza hace más de 20 años. Se refiere a los prejuicios
de los cual no somos conscientes, que influencian nuestro cerebro al momento de
hacer juicios y valoraciones rápidas respecto a personas o situaciones. Este
sesgo inconsciente está influenciado por nuestro pasado, nuestro entorno
cultural, y nuestras experiencias personales.
Muchas veces, la gente se olvida o no quiere pensar en
que todos tenemos prejuicios. El foco sobre el sesgo inconsciente está en
comprender cuáles son estos prejuicios y qué podemos hacer para modificar
nuestro comportamiento en aquellas situaciones donde los mismos se manifiestan.
Por supuesto, las personas naturalmente tendemos a
favorecer y tratar mejor a quienes que lucen como nosotros o comparten nuestros
valores. Puede que nos sintamos atraídos a alguien con una formación académica
similar, en la misma área, o alguien que comparta nuestra raza u origen étnico.
Estas son cosas que tenemos en común entre nosotros y en las cuales podemos vernos
reflejados. Reconozco esto en mi misma, porque siento afinidad por las mujeres que
me encuentro que provienen de la cultura tradicional del Sur de Asia. Me recuerdan
a todas las veces que siendo adolescente estaba desesperada por usar skinny jeans!
La mayoría de nosotros creemos que somos
desprejuiciados, racionales, objetivos, y buenos tomadores de decisiones. Sin
embargo, el sesgo inconsciente [por ejemplo] puede influenciar las decisiones sobre
la contratación, promoción y evaluación de desempeño. Esto puede tornarse
discriminatorio, además, si el sesgo inconsciente está vinculado a una “minoría
protegida” y puede ser la razón por la cual las mujeres, a pesar de haber sido
contratadas para niveles junior en un
50% los últimos 20 años, representan tan solo un tercio de los socios/as en
estudios jurídicos (número que cae a 15% cuando hablamos de socias que reciben
porcentaje de ganancias del estudio); y también la razón por la cual entre
quienes lideran las empresas más grandes del Reino Unido, hay más hombres que
se llaman John (17), que mujeres (7).
Sabemos que el cerebro humano constantemente está
forzado a tomar decisiones rápidas sobre situaciones y personas, y para hacerlo
desarrolló una especie de mecanismo abreviado que le permite juzgar más rápidamente.
Lo que no pensamos es en las presiones sociales y culturales que se adhieren a
nuestros prejuicios, y que afectan nuestra percepción incluso cuando creemos
estar siendo imparciales. Hay decenas de ejemplos sobre esto, como que “una
persona discapacitada nunca podría manejar la presión de trabajar en el pesado
mundo de los contratos” o que “las mujeres tienen más empatía – son excelentes en
el derecho de familia”. Tenemos que darnos cuenta y entender que las personas
no somos grupos homogéneos – somos todos diferentes y llevamos con nosotros un conjunto de
aptitudes y habilidades muy diverso. No es justo limitar las oportunidades y opciones
de otros por nuestros prejuicios sobre ellos. Por ejemplo, pensemos en cuántas
veces escuchamos que las personas que trabajan part-time no están plenamente comprometidas con su trabajo, o que los
que se van del trabajo a horario no están poniendo su parte como corresponde.
Después también creemos que estamos siendo inclusivos
y estereotipamos personas de forma “positiva” elogiándoles alguna aptitud
vinculada con su origen o legado cultural. Todos “sabemos” que las personas
chinas son buenas en matemática o que las personas negras son naturalmente
buenas con los deportes, ¿no?
Si nos hace sentir incómodos interrogarnos sobre
nuestros propios prejuicios, entonces pensar en cómo nos beneficiamos con
ciertos “privilegios” puede hacernos sentir bastante más molestos. A nadie le
gusta creer que “le hicieron piecito” en la vida. Pero en realidad, ya sea por
ser blanco, o heterosexual, o incluso simplemente por haber podido aprendido
leer, a la mayoría de nosotros nos hicieron piecito. Si sos lo suficientemente
mayor como para haberte comprado una casa, u obtuviste tu título universitario
con educación gratuita, conociste el privilegio. Fallar en reconocer los
privilegios lleva al sesgo inconsciente y a la toma de decisiones sesgada y prejuiciosa.
Franchesca Ramsey lo explica muy bien. Dijo “mucha gente se resiste a la palabra privilegio. Privilegio no significa
que seas rico, que hayas tenido una vida fácil, o que te dieron todo servido y
nunca tuviste que luchar o trabajar. Privilegio significa que hay algunas cosas
en la vida por las cuales nunca vas a tener que pasar, incluso ni siquiera
pensar, por el simple hecho de ser quien sos”. Es fácil malinterpretarlo, y
por ese motivo es que necesitamos retroceder un paso y pensar en la variedad de
situaciones por las cuales pasan diferentes personas. Como un simple ejemplo,
cuando YouTube lanzó su primera función para subir videos, entre el 5 y el 10%
de los videos se subían al revés. ¿Qué era lo que pasaba? Bueno, con la ayuda
del sesgo inconsciente, Google había creado una app que funcionaba mejor para los usuarios diestros.
Las personas privilegiadas por el sistema – que se
benefician de la desigualdad estructural – son menos propensas a darse cuenta o
sentirse molestos por sus privilegios. Entonces, ¿qué podemos hacer? El sesgo
inconsciente nos retiene, y “desprejuiciar” la mente de las personas demostró
ser difícil y caro. Diseñar modelos de
conducta puede ser la respuesta, y en lugar de enfocarse en los individuos,
quizás deberíamos hacer foco en “desprejuiciar” nuestras organizaciones e
instituciones. Podemos cambiar el modo en el que hacemos las cosas, como por
ejemplo la manera en la que contratamos o asignamos tareas. Tenemos la
tecnología e inteligencia artificial que nos pueden ayudar a hacerlo – ¡pero
recordemos quitar los prejuicios de la inteligencia artificial también!
Todos nos hemos beneficiado de los sistemas y procesos
que están puestos ahí para sostenernos – ya sea a través del acceso a la
educación universitaria, de la posibilidad de comprar una casa o de la ayuda
que recibimos para conseguir nuestras metas profesionales. Nuestra habilidad
para seguir adelante verdaderamente está sostenida por una muy compleja red de
sistemas y de políticas co-creadas por personas – muchas personas – con lo cual
creer que podemos “lograrlo por nuestra cuenta” únicamente por virtud del esfuerzo
individual y el trabajo duro es una idea equivocada. Tomémonos el tiempo de
pensar en nuestro sesgo inconsciente y en cómo podemos lograr un cambio profundo,
y así ofrecer más oportunidades y opciones para ayudar a que otras personas
alcancen su máximo potencial y sean la persona que quieren ser. Puede que
estemos trabajando desde casa pero tenemos que seguir pensando en cuáles son
nuestros prejuicios y qué podemos hacer con ellos.
***
Artículo original (inglés):
https://www.interlawdiversityforum.org/post/do-we-still-need-to-think-about-our-unconscious-bias-during-covid-19
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Artículo original (inglés):
https://www.interlawdiversityforum.org/post/do-we-still-need-to-think-about-our-unconscious-bias-during-covid-19
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