El nuevo orden global, incertidumbres y la moral selectiva en tiempos de guerra
Por MCB
Me preguntaron como vivía, me preguntaron.
Sobreviviendo dije, sobreviviendo.
Es por lo menos paradójico (por no decir hipócrita) ver cómo opera la indignación en una considerable porción de la población de los países occidentales ante similares o prácticamente idénticas situaciones pero en distintos lugares y con distintas víctimas. Es tentador recurrir a análisis simplistas y reduccionistas emitiendo opiniones únicamente sobre algunas fotos de una larga película que lleva años rodando y que aún le queda por continuar, que es la de la configuración del nuevo orden global y la construcción de una nueva hegemonía.
En el teatro de operaciones que naturalmente es este bendito planeta hay una serie de actores con inmenso poder e intereses contrapuestos que constantemente luchan (literal y figurativamente) por imponer sus posiciones y ganar más poder e influencia sobre el resto de los actores.
Desde la irrupción de Trump a la Casa Blanca junto con los fenómenos del Brexit, el potenciamiento de China y otros tantos cambios geopolíticos que vienen aconteciendo en los últimos años, es evidente que la globalización está en disputa -y/o decadencia- y que un nuevo orden global se está configurando desde entonces. Este nuevo orden tiene como principales actores a Estados Unidos, Europa, Rusia y China. Como puede apreciarse parece una de esas películas de Hollywood donde conoces a todos los actores de obras anteriores, pero que ahora ocupan nuevos roles; eso mismo sucede hoy.
La problemática está en que estos actores no tienen el guion completo aún, y hasta tanto no se defina con mayor claridad el rol que va a ocupar cada uno, vamos a seguir presenciando sucesos como el actual que tensen y aflojen las riendas del poder con mayor o menos brutalidad pero de forma constante.
Hay muchísimas cosas en juego y mucha confusión mezclada con añoranza de otras épocas, resentimientos, ambición y por sobre todo una desesperada sed de imponerse ante el resto. ¿Estados Unidos quiere volver al mundo unipolar? ¿A una Guerra Fría 2.0? ¿Qué pasa con China y el conflicto en el mar de China? ¿Rusia quiere reflotar sus ambiciones expansionistas soviéticas? ¿Podría existir una especie de alianza preexistente entre Rusia y Estados Unidos para la provisión de energía a los otros dos gigantes? ¿Cuánto puede aguantar Europa sin la provisión de gas por parte de Rusia? ¿A quién le va a comprar energía China si no es a Rusia? ¿Y Europa? ¿A qué precio? ¿La OTAN va a seguir avanzando hacia el Este? ¿Tendremos nuevos conflictos bélicos en el corto plazo? ¿Quién gana y quién pierde con cada uno? ¿Qué se gana y qué se pierde? ¿Qué cuenta como ganar y como perder?
En esta instancia son muchas más las preguntas que las certezas, y todo ello se va definiendo lentamente día a día en la arena internacional. Habrá que esperar, no queda otra. Pero fuera de las conjeturas y de las estrategias geopolíticas y económicas de fondo, no viene mal un sintético análisis de los hechos.
Hace unos días la Federación Rusa inició una operación militar en territorio ucraniano. Esta invasión se da, según Rusia, palabras más palabras menos, para reconocer la independencia de dos regiones prorrusas al este de este país, y para desmilitarizar a su vecino más cercano. Lo cierto es que la OTAN ha incumplido su compromiso de no avanzar sumando nuevos miembros hacia el Este y naturalmente esto ha ofuscado al gigante asiático hasta el punto del hartazgo. En este esquema, Putin considera que para la seguridad rusa es indispensable tener un aliado del otro lado de la medianera, o mínimamente un gobierno no enemigo, como es la actual administración ucraniana (de dudosa procedencia post golpe en 2014), ya que en un abrir y cerrar de ojos Ucrania podría convertirse en la base de operaciones militares de los aliados más cercana a Rusia, con capacidad de enviar misiles que lleguen a Moscú en no más de 10 minutos.
Ante esta intervención bélica por parte de Rusia, que por cierto es totalmente injustificable legal y moralmente, la OTAN, o más bien, sus principales socios han tomado posición. El presidente Biden dijo previamente a que el ataque ruso comenzara que no enviaría tropas americanas al territorio ucraniano. Esto en la lectura de Putin fue interpretado como la sentencia de muerte de aquel país o cuanto menos una vía libre para actuar, y no lo dudó. Pero si aún existieran dudas al respecto, cabe solo observar como los miembros de la OTAN le han “soltado la mano” al gobierno de Ucrania, limitándose a ser meros observadores de la realidad cruenta que allí se vive, a dar apoyos simbólicos como pintar la bandera ucraniana en espacios públicos, y a difundir mediáticamente las tristes imágenes de la guerra que todos conocemos.
La realidad es que, entre otras tantas razones, no hay suficiente interés geopolítico por parte de los aliados para intervenir militarmente, y que han optado (sin emitir juicios de valor al respecto) por “entregar” Ucrania a iniciar una nueva guerra mundial que podría tener consecuencias devastadoras para el planeta entero. Otro motivo que subyace a su accionar, es el poco consenso interno que hay dentro de los países aliados para iniciar un despliegue militar en territorio extranjero, y para mandar a p/madres, hermanos/as e hijos/as americanos y europeos a morir en un conflicto en el que no son directamente afectados so pretexto de la famosa national security que básicamente ha permitido y permite que se cometa cualquier atrocidad en cualquier parte del mundo. Hoy en día hay mucha más conciencia ciudadana y circulación de la información en tiempo real como para que los pueblos legitimen sin más una invasión militar sin que sientan una amenaza actual, concreta e inminente a su seguridad e intereses nacionales.
La invasión de Rusia a un estado soberano en el Siglo XXI es una aberración que no puede permitirse, que debe repudiarse y respecto de la cual habrá que determinar oportunamente las responsabilidades que le quepan a sus perpetradores. ¿Sucederá esto? No lo sé, y permítanme dudarlo. Sin embargo, no podemos perder de vista que la arena global hace muchísimos años es testigo de atrocidades semejantes en otras partes del mundo, y que esto no ha conmovido a gran parte de la población occidental. ¿Por qué?
¿Desde cuándo los civiles y refugiados sirios, afganos, iraníes son menos humanos? Estos países son víctimas de una despiadada invasión militar que durante años han perpetrado los aliados liderados por Estados Unidos en defensa de intereses geopolíticos y económicos de todo tipo, no la Federación Rusa; es un hecho objetivo de la realidad, pasó y sigue pasando. Entonces, ¿con qué cara puede alguien decir que la muerte de un niño sirio inocente vale menos que la de un ucraniano? Miles de niños murieron, literalmente miles sin que se mueva un ápice la aguja de la indignación del “mundo civilizado”. ¿El hecho de que una familia haya nacido en Medio Oriente la hace merecedora de la invasión, la guerra y la muerte? ¿Si los refugiados son blancos, rubios y europeos tienen un status superior a que si son negros o musulmanes? ¿Si la invasión militar tiene otra cara o proviene de un país con lindas ciudades turísticas está permitida y los muertos son daño colateral? ¿Qué nos pasa en la cabeza, por el amor de dios? A esto le llamo moral selectiva.
Nada de todo esto justifica nada. La clave de la cuestión está en que cualquier invasión u operación militar disfrazada de la defensa de la seguridad nacional de países a miles de kilómetros entre sí es abominable y un acto sumamente siniestro violatorio de todo acuerdo internacional que haya surgido post 2GM y de los derechos humanos de ciudadanos inocentes que tan solo se ven reducidos a piezas de un ajedrez que se juega muy por encima de sus cabezas, que son las que ruedan por las decisiones de otros.
¿Hasta cuándo vamos a permitir como civilización que se mate y que nos maten por la lucha eterna por el poder y la hegemonía global? En Siria o en Ucrania, un ser humano es un ser humano.
Lo que está pasando en Ucrania tendría que funcionar como una wake up call para el resto de los ciudadanos del mundo, y ayudar a darnos cuenta no solo de lo despiadado que puede ser Putin o Rusia en la defensa de sus intereses, sino también de que los pretensos adalides de la democracia y la libertad también cometen y han cometido la misma clases de atentados contra otros pueblos (con mucha menor publicidad e indignación global) y que esto no puede ocurrir más, bajo ninguna justificación, por parte de nadie y en ningún lugar.
Solo cuando todos bajen la armas y se retome la senda diplomática podremos conseguir paz. No sé si esto alguna vez fuera a suceder. Puede sonar ingenuo, pero me parece preferible la ingenuidad a la hipocresía y complicidad. Hiroshima y Nagasaki quedaron muy atrás… o quizás no. Mientras tanto, expectantes ante la configuración de este nuevo orden global todos vivimos de prestado, y como dijo Víctor Heredia, sobreviviendo.
https://www.youtube.com/watch?v=APyws1u4QvY
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