De la pandemia a la viralización de la consciencia colectiva
Por MCB
Consciencia
es algo más que estar despiertos, que tener los ojos abiertos
y
sentirnos parte de esa realidad sensible que nos rodea.
Día 10 de
cuarentena obligatoria en Argentina. Con un poco más de tiempo transcurrido, el
pensamiento navega por lugares prematuramente explorados en los primeros
momentos. Sentí el ímpetu de intentar ver un poco más allá de la actualidad
política, sanitaria, económica, y abocarme a la observación de otros aspectos de
igual o mayor importancia, como el rol de la naturaleza en todo este escenario,
y la importancia del desarrollo y profundización de una consciencia colectiva en
pos de mejorar, diría, en varios aspectos que comento en este artículo.
Más allá de las conclusiones científicas –precisas por
supuesto- que explican el surgimiento, o mejor dicho la mutación del coronavirus que se dio en
el mercado de Wuhan, la idea es invitarlos a un proceso
complejo y sin éxito garantizado de liberar un poco nuestra mente de un estricto
criterio racional para averiguar qué y por qué nos está pasando esto a los
humanos, entendidos aunque a veces se nos olvide, como un componente más del
medio ambiente, para luego ver qué aprendemos de todo esto y qué podemos hacer.
A esta altura es evidente a nivel global, que la
naturaleza (no vinimos a juzgarla) nos obligó a detenerlo prácticamente todo. En
una especie de shock inesperado gritó basta. Y sinceramente puedo sentir ese
clamor de agotamiento desde lo más profundo de su existencia. Este maravilloso
planeta que nos toca habitar, por cierto, hasta ahora el único conocido con
posibilidades de sobre vida humana, obligó al sistema a detenerse y nos confinó
a la reflexión forzosa. ¿Ustedes se imaginan alguna otra fuerza lo
suficientemente poderosa como para lograr un freno global semejante? Yo no, ni
imaginaba que la naturaleza (por medio de esta pandemia) tuviera ese poder en
la actualidad. Es por este motivo, y por muchos otros más, que no hay que
subestimarla en absoluto. El problema es que en ese error han caído y siguen
cayendo gran parte de la humanidad, todos nosotros incluidos también en mayor o
menos medida, pero esta deficiencia es peor aún en los casos de algunos líderes
mundiales, que han tenido y ostentar un grado de poder superior al del resto y
que pueden guiar a las sociedades para mejor o para peor. Hoy muchos de estos
dirigentes están atónitos, insultando periodistas en ruedas de prensa, diciendo
estupideces a mansalva, desobedeciendo al destino. Es que algunos hombres –principalmente,
encima hombres- creen que lo pueden todo, o eso les hicieron creer, y ante
semejante golpe brutal de la Tierra, están perdidos, revoleando los ojos, en
una absurda puja de poder, intentando desafiar al destino, pero sabiendo, no
muy en el fondo, que esa es una lucha perdida, y no hay Reserva Federal ni
poderío militar suficiente como para torcer o vencer a la naturaleza.
En este contexto, sí creo que la Tierra tal cual la
conocemos, por más fuerte y próspera que sea, tiene un verdugo. Y ese verdugo (que
tiene la posibilidad de no serlo) no es ningún presidente delirante, sino es la
humanidad en su conjunto. Somos nosotros, es la agroindustria y su cruel violencia,
es la deforestación feroz, es el derroche del agua, es el acumulamiento de
residuos en tierra y agua, son las emisiones de gases, el humo, la mugre, el
fuego, la sangre. El desastre mayúsculo y sin precedentes al que esta profana
humanidad, en la cual demás está decir estoy incluido, ha llevado a nuestra
madre Tierra, sinceramente no tiene perdón, con mucho dolor lo digo. Nos hemos
cansado de explotar cada centímetro cuadrado de este planeta, para el rédito
económico de pocos y el “beneficio” de muchos, sin entender que existen límites
a la avaricia y al hambre voraz de consumirlo todo, absolutamente todo. Alguna
vez alguien tenía que ponernos un límite creo. El maltrato al que sometemos a
cuanto animal camina, nada o vuela en este mundo, ya sea para comerlo, para
usarlo como insumo, para vestirnos con su piel, para tenerlo de decoración, o
para probar nuestros cosméticos, es incesante. A muchos otros simplemente nos
relajamos mientras destruimos su ecosistema, como es el caso la fauna marina
con los desechos tóxicos y de plástico. También acorralamos a otros en la
cornisa de la extinción y sin pudor alguno les damos el empujón final.
Tan solo algunos breves datos fantasmagóricos para
reflejar y sustentar a lo que voy. ¿Sabían
que el 80% de todo el plástico producido en la historia se encuentra desechado en
la tierra o en el mar? En el pasado Foro Económico Mundial, que se celebra
anualmente en Davos (conformado por muchachos y muchachas que no son
precisamente grandes simpatizantes de Greta Thunberg), un grupo de expertos presentó
un estudio en el cual estimaban que a los actuales niveles de consumo, para el
año 2050 habría más cantidad de plástico en los océanos que peces. Otro dato
escalofriante, brindado por el Secretario Ejecutivo de Diversidad Biológica de
la ONU, es que hace por lo menos 10 años y a un ritmo de sostenido crecimiento,
se extinguen más de 150 especies animales por día. Sí, por día. El informe
elaborado por estos expertos, revela que esta es la ola de extinciones más
grande desde la desaparición de los dinosaurios. La concentración de dióxido de
carbono en la atmósfera es la más alta en los últimos 650.000 años y aumenta un
20% más cada 5 años. Entre 2014 y 2019 se registró el período de mayor
temperatura de la historia del planeta. En ese mismo período, el consecuente aumento
del nivel del mar ocasionado por las altas temperaturas se ha acelerado
enormemente provocando una abrupta disminución de la Antártida y Groenlandia,
que a su vez se agrava el futuro. Y así podría seguir con una catarata de datos
tan certeros como abrumadores, pero no es la intención de este artículo dar información
que está disponible de forma gratuita en Internet, sino reflexionar en base a estos
datos, analizar lo que actualmente vivimos con esta pandemia, y pensar un poco
entre todos. Algunos escépticos se limitan a creer que el cambio climático es
solo una consigna, y que no implica un perjuicio práctico palpable. Pero a
ellos les digo que hemos llegado a niveles críticos, donde el rumbo ya es muy
peligroso, y esto está conectado directamente con fenómenos meteorológicos
extremos y catástrofes naturales que ponen en jaque a toda la humanidad. Las
olas de calor y sequías por un lado, los incendios forestales cada vez más voraces,
en fin, todos vimos las imágenes de Australia y el Amazonas, y nos afligimos
muchísimo, pero ahí quedó. No se trata de una predicción apocalíptica o un
montón de datos recopilados en un par de papers,
es la realidad. Solo hay que –querer- abrir los ojos.
Ahora ustedes pueden preguntarse, ¿y qué tiene que ver
la pandemia con todo esto, cuál es el punto? Y el punto es que, a pesar del
dramatismo del escenario ambiental que acabo de relatar, igual de grave es el
de la pandemia actual, ¡aún tenemos oportunidades y cosas por hacer! Tenemos
que sentarnos a pensar, analizar, entender, planear y actuar. Son varios los
puntos de conexión, a ver. Creamos en algún dios, en la energía, en los astros
o en lo que sea, hoy estamos viviendo todo esto simultáneamente, y juntos.
Piénsenlo, queramos o no, los que estamos confinados al aislamiento para sobrevivir
somos los seres humanos, y es la naturaleza hoy la que está mucho más libre (de
nosotros, especialmente del daño que le causamos). Los cielos se despejan, las
aguas se cristalizan, los animales salen, sí, todos vimos las fotos de los
cisnes que retornaron a los canales de Venecia. Como dije, intentemos ese
ejercicio de renunciar solo por un momento a la llana racionalidad, otorguémosle
personalidad a la naturaleza y pensemos que este ente, que queriéndolo o no, nos
está dando un mensaje. En esta hipótesis casi literaria, poética, me parece que
esta vez se trata de un mensaje claro y contundente. Porque todos los otros
mensajes pasaron casi desapercibidos para la gran mayoría, y es innegable, no
seamos hipócritas.
Y con todo esto, ¿qué hacemos? Bueno, mi invitación es
la conciencia colectiva. Como dijo el Secretario General de la ONU, el coronavirus
esperemos que sea temporal, pero el
cambio climático sabemos no lo es. Aprovechemos esta etapa de confinamiento
para ver cómo desde nuestro lugar podemos aportar un pequeño grano de arena en
la construcción de una sociedad post-pandemia que sea mejor que la anterior. Y
ya no hablo solo del medio ambiente, sino me refiero a los lazos y a las
relaciones humanas en su conjunto. Con tan solo un poco de esfuerzo podemos esparcir
la necesidad de ser responsable, y colaborar con pequeños actos, lo que más nos
salga. Ya sea comer menos carne, o diseminar la solidaridad. Separar residuos y
reciclar, o aportar a una ONG. Difundir mensajes positivos en las redes, o pedir
en la calle a los gobiernos que actúen. Promover y apoyar industrias limpias, o darle
una mano a quien sabemos que más lo necesita. Reclamar por mejor salud, por un
ambiente sano, por una sociedad menos desigual. Hay tanto por hacer, y todos
podemos ser micro-agentes de cambio para bien. Si no lo queremos hacer por nosotros
mismos, pensemos en qué sociedad y qué mundo le vamos a dejar a nuestros hijos,
sobrinos, o nietos. La mayor enseñanza de esta pandemia tiene que ser que solo
no se salva nadie. Todos podemos y debemos colaborar.
A pesar de mi firme apego a la ciencia, a veces -elijo
no creer- en las casualidades. Es una cuestión de perspectiva. Los hechos
están, depende de nosotros cómo -queremos- verlos, analizarlos e interpretarlos.
Y yo estoy convencido de que el llamado de atención es lo suficientemente
grande como para despertarnos a más de miles, de millones. Creo que prima un
mayor consenso mundial de la necesidad de la responsabilidad social, de la
solidaridad, y de la consciencia colectiva, que espero pueda traducirse un poco
también hacia una mayor consciencia ambiental y social. Ojalá este sentido de comunidad
y de responsabilidad que hoy tenemos, pueda aprovecharse para seguir luchando
no solo contra este virus, sino también contra otras amenazas colectivas que
requieren de este grado de unión y de consciencia para salir victoriosos. Todos
estamos interpelados, todos debemos sentirnos interpelados y llamados a ser
soldados, porque todos estamos en el mismo campo de batalla, hoy lo estamos
viendo con claridad. Y estas luchas que nos tocaron son distintas a muchas de
las que estudiamos en los libros de historia, porque las armas más letales que
tenemos son nuestras propias consciencias, y sin el desarrollo de una
consciencia colectiva, del sentido de la unión, y la promoción de la solidaridad,
no vamos a poder ganarlas. Estamos dando un enorme primer buen paso. Yo elijo
tener esperanza.
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